lunes, 31 de agosto de 2009

Farmacia estatal

Fecas de ratón cerca de medicamentos, jeringas con hongos y pérdida de cadena de frío en la CENABAST. Y pensar que en algún momento, frente a las sospechas de colusión de las farmacias, se estimó pertinente que la institución que dirigía Mario Jeréz Espina vendiese directamente medicamentos a las personas.

martes, 18 de agosto de 2009

“Quítate, no me tiznes”

Gran alboroto en Argentina porque el Papa calificó como “escándalo” la pobreza de ese país. La cifra «oficial» de aquélla es 15,3% de la población, pero el propio ex presidente Kirchner confiesa que la realidad “debe andar” (¡!) en el 20, 22 o 23%. Es sabido que las estadísticas argentinas, sobre todo en materias políticamente sensibles, no son muy confiables.

¿Y por casa, cómo andamos? Nosotros nos sentimos superiores, pero (si de pobreza se habla)… ¿lo somos?
El último porcentaje conocido corresponde a la encuesta CASEN 2006, que dio 13,7% de pobreza, indigencia incluida. Sin embargo, la cifra tiene un «pero» grandote. A saber, que la «canasta» de productos cuyo costo determina el límite de la indigencia (y, el doble del mismo monto, el límite de la pobreza), se estableció en 1988… el último año de Pinochet. Y no se ha puesto al día NUNCA, no obstante disponer el Estado de las encuestas para hacerlo. Es el último «enclave autoritario» del «tirano», pero durante veinte años la «democracia» no se ha decidido a actualizarlo.

Un economista de prestigio —profesor de Harvard y de la Universidad Católica— se tomó el trabajo de hacerlo utilizando los mismos datos que el Estado posee, pero no aplica (El Mercurio, 14 de octubre de 2007). ¿La pobreza chilena de 2006 —antes, pues, de la actual crisis— según ese cálculo? 29%, indigencia incluida.

Silencio de las autoridades.

El Papa, ciertamente, no ha manifestado nada sobre Chile. No era necesario. Hace VEINTITRES AÑOS su ilustre antecesor nos dijo a los chilenos específicamente, y entre ellos a los católicos, más específicamente todavía: “Los pobres no pueden esperar”. Pero siguen esperando. Son muy pacientes.

El problema no está ahí. El niño de diez años que circula por el SENAME (Servicio Nacional de Menores) y los tribunales se evade de éstos y de aquél apenas puede y comete innumerables delitos, incluso manejar un automóvil robado, ha sido la noticia cúlmine de los últimos días. Se habla de reorganizar el SENAME, de reestructurarlo, de profesionalizarlo… ¡aun, de dividirlo en dos!; de darle más y mejor personal y mayores fondos; de nuevos cambios (la enésima vez) en la justicia del rubro, y de combinarse con los organismos filantrópicos del sector privado que persiguen los mismos fines…

Todas o algunas de las propuestas (especialmente la última) pueden ser útiles, pero que no se espere de ellas salida al problema de la niñez desamparada que cae en la corrupción —droga, alcohol, abuso sexual— y en el delito. Ese problema tiene, fundamentalmente, otra causa, que ni el mejor SENAME concebible puede resolver: el aniquilamiento de la familia popular.

Oscurece el tema —y dificulta abordarlo— la tontería «oficial» que repiten ciertos sociólogos, sicólogos y políticos, y círculos y funcionarios del neo-progresismo. A saber, que en Chile hay “varios tipos de familia”, y que la “opción” por cualquiera de ellos es libre y propia de la sacrosanta “diversidad” que el Estado debe respetar, sin privilegio para ninguno.

La verdad es que existe una sola familia, en crisis y retroceso, que es la legal: los padres unidos por el matrimonio civil, y su prole nacida dentro de éste. Las demás «parejas» sexuales resultan, atendidas sus infinitas variables, imposibles de definir y de regular; su naturaleza misma las hace inestables y cambiantes; no engendran responsabilidades recíprocas —o de hecho es imposible exigir que se cumplan— ni ofrecen a los niños a los cuales «cuidan» seguridades de crianza, educación, formación humana ni estabilidad sicológica. Semejantes características se dan en todos los sectores sociales y naturalmente admiten excepciones, pero entre los pobres (sin culpa de ellos, es claro) éstas son pocas y aterradora la extensión del mal.

El niño que ha sido centro de la noticia pertenece a una de estas seudo-familias del neo-progresismo: madre sola, padre ausente al cual su hijo ha visto pocas veces en la vida, ocho hermanos de cuatro progenitores distintos, los mayores de aquéllos mezclados en diversos tipos de delitos (La Tercera, 4 de agosto). Los neo- progresistas se felicitan porque madre y padre ejercieron una «opción de familia» dentro de la «diversidad», uniéndose y desuniéndose por su mero arbitrio, pero… ¿quién cuidó los derechos del niño que nacería y efectivamente nació de tan libertario emparejamiento? ¿Cuál ha sido SU opción? ¿Cuándo la tuvo? ¿Cuándo eligió?

Así hemos llegado a que los dos tercios de los niños que nacen en Chile no provengan de matrimonio de los padres, y a que —de esos dos tercios— un 20%, aproximadamente, no cuente siquiera con el reconocimiento de ambos progenitores.

De todo lo anterior, obviamente, no es el único responsable el Estado. Pero en veinte años ha roto por completo su antigua línea civilizadora de proteger y estimular el matrimonio legal, la «libreta». Línea que era tan «laica» como católica… posiblemente MÁS «laica» que católica. Orgullo del radicalismo, que hoy la olvida y contradice. Las normas concertacionistas sobre filiación, divorcio, esterilización, impuestos, subsidios habitacionales, etc., han ido minando por su base a la familia legal, colocándola aun EN DESVENTAJA respecto a las otras «opciones» de emparejamiento. Lo he explicado muchas veces aquí mismo, no creo necesario repetirlo. Pero el 2 de agosto un senador declara a El Mercurio algo nuevo que, de confirmarse, sería a no dudar la cereza de la torta: que los jardines infantiles de la JUNJI preferencian a los hijos nacidos fuera de matrimonio, sobre los que provienen de éste…

No extrañarse, entonces, del «Cisarro», el «Loquín», el «Cejas» y demás niños-prodigio de la delincuencia chilena; de la violencia pavorosa que suele revestir aquélla; del altísimo costo y pobre resultado de los esfuerzos para recuperar a esos niños; de los fracasos y costos cada vez mayores en este proceso, de un SENAME desbordado e impotente… Son el fruto venenoso y fatal de las «opciones» y «diversidades» que han ido ahogando progresivamente a la familia chilena y al matrimonio legal.

Gonzalo Vial Correa

Nota: Este artículo fue publicado originalmente por La Segunda.